Somos siervos de Jesucristo, cada uno con diferentes dones dados por el Espiritu Santo, pero con un solo propósito: el de anunciar al mundo las buenas noticias de salvación: Jesucristo murió por nosotros en la cruz y esa sangre derramada nos ha limpiado de todo pecado, nos ha librado del reino de la muerte y nos dado vida eterna, por medio de la fe en él.
Entendiendo que la consumación de esa salvación será para los postreros tiempos, como lo anunció el Apóstol Pedro:
"Mediante la fe ustedes son protegidos por el poder de Dios, para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo" (1 Pe 1:5)
nos hemos entonces dado la tarea, de animar a todos los hijos de Dios a prepararse para ese glorioso dia, en que Jesucristo aparecerá en las nubes y enviará a sus santos ángeles a recoger a sus escogidos de toda la faz de la tierra.
"Y luego, después de la tribulación de aquellos días, el sol se obscurecerá, y la luna no dará su lumbre, y las estrellas caerán del cielo, y las virtudes de los cielos serán conmovidas. Y entonces se mostrará la señal del Hijo del hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre que vendrá sobre las nubes del cielo, con grande poder y gloria. Y enviará sus ángeles con trompeta y gran voz; y juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro." (Mt 24: 29-31)
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